¿Sabes Abuelo? ayer fue tu misa, porque hace dos semanas casi que te fuiste de este mundo y Rosalía me dijo que por qué no salía a decirte unas palabras. Seré sincera. Lo pensé, pensé en escribir algo sobre ti, pero hubos dos razones que me llevaron a no hacerlo, la primera es que escribir sobre ti supone recordarte, y recordarte supone un dolor demasiado grande que intentaba evitar...; la segunda razón fue porque sabía de sobra que no iba a ser capaz de leer en alto algo tan puro, sincero e íntimo sin echarme a llorar. Perdóname, aunque sé que no te sientes mal por no haberlo hecho, porque sé de sobra que sabes que cada cosa tiene su momento. Pero aquí estoy, un día después y dos semanas después de tu partida. Y aquí van esas palabras que no me atreví ayer a pronunciar.
Tu pérdida ha dejado un vacío inmenso, escuece y estamos perdidos sin tí, eso es una realidad, es imposible pasear por las calles de Alcorcón y pensar que no estarás nunca más dando un paseo por allí, llegar a tu casa y no verte sentado en tu sofá tranquilo, con tu bolsa al lado y no haciéndote tanta gracia que te la cojan, ver lo bueno que eras con todos nosotros, verte besar a tu preciosa y a tu viejita cada dos por tres... ver cómo se te iluminaba la cara cada vez que los nietos y los bisnietos íbamos a verte. Echarte de menos ya forma parte del día a día de todos nosotros y gracias a que estás cumpliendo con lo que te pedí la última vez que te vi sin vida (sabes bien qué es), puedo decir que lo estoy llevando muy bien. Gracias por eso.
Recuerdo las tardes en el brasero, comiendo pistachos y almendras, o cuando nos preparabas unas galletas con mantequilla y azúcar, tus famosos purés de patata en forma de montaña con una puertecita o tus platos de tomate con aceite y sal tan ricos; recuerdo cuando nos ponías dibujos y no te importaba con tal de vernos contentos, recuerdo que me ofrecías dátiles y yo siempre te decía "jope abuelo, no me gustan", hasta a veces lo intentaba comer y no podía y te los comías tú. Recuerdo lo goloso que eras y cómo me decías a escondidas que te pasara un cachito de algo dulce sin que se lo dijera a mi padre, porque una vez lo hice y me dijiste "¡pero niña no lo digas!", todo por el azúcar. Recuerdo tus besos, tu forma de querernos, tu forma de ser con la Abuela, la leyenda del gigante de Benidorm... Recuerdo que en Navidades me dijiste cuánto querías a la tía Lourdes, que era muy responsable y siempre te cuidaba, siempre agradecido.
Y te echo de menos ya, hasta que me digas "niña lleva eso a la cocina" o tus caras de no entender porque estabas demasiado sordo, pero oye, siempre sonriente, sobre todo si se trataba de hacerte una foto, sonrisa que iba.
¿Sabes qué Abuelo? Me alegro de este dolor, me alegro inmensamente de que tu partida me haya hecho tanto daño y lo siga haciendo, porque eso quiere decir que fuiste el mejor. Es un dolor merecido. No podré olvidar nunca esa onza de chocolate negro que nos zampábamos hace ya años cada uno, siempre me lo dabas, te lo pedía y lo cogías del estante más alto donde estaba y sonreías mientras lo engullíamos juntos. Tampoco podré olvidar ni cómo mojabas el pan en el café y la mala cara que te ponía al verlo, ni cuando después de las noticias que empezaban los deportes cambiabas de canal y mi padre se picaba; recuerdo cuando me decías "estás maciza"; o cuando en tu pasado cumpleaños me viste llorar y me dijiste que ese día era un día feliz y que no estuviera triste, y tanto que lo era, 90 años que nos regalabas de amor; tampoco podré olvidar el verte cantando en cada Nochevieja villancicos, qué momentos más bonitos y privilegiados.
Pero, ¿sabes que no voy a olvidar nunca, nunca, nunca? lo sabes muy bien. Cuando un niño pasa por un divorcio se le cae el mundo, las cosas cambian demasiado rápido y cuando nos tocó a mi querido Chache y a mí irnos a vivir a tu casa te convertiste en un segundo padre. No todos los abuelos quizá acepten con tanta ilusión que sus nietos invadan sus vidas al cien por cien y lo pongan todo patas arriba, o tampoco quizá puedan usar tanta empatía como para entender que en ese momento necesitábamos mucho cariño y apoyo. Me lo diste todo Abuelo, a mí y a todos nosotros. Hiciste tanto sacrificio por enseñarnos tantas cosas que este vacío y este hueco en mi cozarón para ti quedará siempre así, ocupando tu nombre y todo lo que eras. Y lo que eres. Porque he de admitirlo, te siento tanto conmigo que no es que no acepte la cruda realidad, sino que de verdad siento que estás aquí, que puedo hablarte y que me siento acompañada.
Espero que dentro de muchos años volvamos a encontrarnos, espero haberte hecho feliz, espero que estés orgulloso de la familia que has creado y que sabes que a la Abuela no le va a faltar nada de nada. Espero que estés disfrutando con tus hermanos, con Edu y tus padres y que mi abuelo Dioni te haya recibido también, porque sois mis dos Estrellas y por él también siento mucho daño dentro de mí. No he podido tener mejores abuelos y espero el día de mañana cuando sea una abuelita menuda de pelo blanco, pueda ser al menos lo mínimo de buena que fuistéis vosotros.
Así que ya me despido, pero solo aquí, Abuelo, guíame siempre, no nos dejes caer, y sigue siempre con tus poemas y viniendo a mí en forma de canción, hablándome de una linda muñequita de mejillas rojo carmín, trencitas de oro, dientes como perlas y una boca chiquitita así...
Te quiero.
Comentarios
Publicar un comentario