Cuando vivimos en un mundo donde las tecnologías nos han conectado de modo masivo, nos creemos sabedores de toda la vida de los demás. Ahora y desde hace un par de años o más cuando te cruzas con alguien por la calle, problablemente preguntar cómo está esa persona es una tarea absurda, ya que todo queda colgado en su página de Facebook o su Instagram o demás RRSS. Pero no nos equivoquemos amigos, todo eso que vemos a través de la pantalla no es la vida de esa persona, ni la mía, es lo que queremos mostrar al mundo, porque tenemos familia lejos, porque nos apetece tener un recuerdo junto a otra persona en un momento concreto, por mero postureo, porque estamos tan sumamente integrados en este sistema que ya es algo esencial o porque simplemente hay cualquier motivo que nos lleva a hacerlo. Pero, ¿qué ocurre cuando esas prácticas empiezan a mellar en la gente y a cambiar las conductas de forma negativa? Hablo de la frustración, porque estás desayunando y ves en Instagram que ot